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LA LECTURA ES UN PLACER. DISFRUTALO, TIENE QUE SER A SOLAS.

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ES "LA VITRINA DE LOS LIBROS Y AUTORES"

domingo, 28 de diciembre de 2008



El último lector- Un libro de mensaje 'Forajido'
DR. OSWALDO PAZ Y MIÑO J

La semana pasada, nos despedimos anunciando que dejábamos Grecia, para iniciar el retorno a casa por territorio ibérico. Por las rutas del Quijote quien se encuentra cumpliendo cuatrocientos años y al que, España y el mundo rinden homenaje, en cada plaza, en cada estancia, en cada cuadra. Quedaron atrás físicamente, Olímpia, Ciudad Sagrada y Atenas. La Acrópolis y su icono fundamental, El Partenón, erigido en honor de Atenea Partenos (la diosa siempre virgen). Obra, fundamental del arte dórico construida por Pericles entre los años 447 y 432 a C, quien escogió a Fidias como maestro de obras al que se le se unió Ictino, el arquitecto. Historia pura y dura de la humanidad, recogida en cada monumento. La cultura a flor de tierra, que se instala a flor de piel. In situ, sentimos el privilegio de pisar territorio de dioses que son legado de toda la humanidad. Dejamos tierra Helénica, encomendándonos a la Diosa Atenea Parthenos. Embarcamos nuestra esperanza, en las alas de Niké y hemos vuelto por sobre el mismo Mar Mediterráneo, a la Capital de Hispania. Madrid, que nos recibe acogedora. Como en anteriores ocasiones. No podemos ocultarlo. Nuestro amor por ella, no es platónico. Queremos desde nuestro arribo recorrerla, sentirla, acariciarla. Vivirla, desde su interior cálido. Desde sus guiños coquetos. Desde su sonrisa inmensa: Puerta del Sol y su capilla escondida de la Virgen del Carmen, La Gran Vía, La identidad de la Calle de la Montera, La Castellana inmensa, Recoletos, Velásquez, Colon, La Calle de Alcalá y su Puerta, Carlos III, presente, y La Diosa Cibeles infatigable. San Jerónimo. La Plaza Mayor, señorial. La Plaza de España, donde el tiempo se detuvo para el reposo del Quijote y Sancho. El Palacio Real. La Virgen de la Almudena que ahora flota visible. El Teatro Real. Madrid vibrante. Una metrópoli en castellano, y en otras, muchas otras lenguas, razas, colores, sabores y aromas. Y mujeres, todas, las que ha parido el mundo. Todas. Madrid invadida de féminas cada una, más bella que otra. Madrid, andenes y trenes de cercanías. Atocha, la flor que teníamos pendiente. La mano en el corazón, por las víctimas del once M y sus gentes. Madrid. Tierra de libros. Capital mundial de las librerías. Tantos libros que se nos va la mente. La taquicardia del bibliófilo se hace presente. Libros, en la Casa del Libro. Libros en el Corte Ingles. Libros por doquier. Necesitamos días enteros solo para mirar libros. Y el teatro, que espere. Y el cine que espere. Y las tapas y la "caña". Han de esperar. Habíamos prometido libros y no podíamos fallar. Nos ha faltado de todo: tiempo, dinero y espacio en las alforjas para traer lo que habríamos querido traer. Por lo que había que elegir y elegimos. La "Vitrina de los libros" escogió para esta Revista, desde española estantería, varios, uno de ellos, el que compartimos este domingo, de Ricardo Piglia, autor argentino, nacido en Buenos Aires, en 1940, su más reciente ensayo: "El último lector". No por casualidad apartamos, "El último lector". Obra de ciento noventa paginas, de Editorial Anagrama. La preferimos porque al final son los libros los que nos atrapan. Y este, el de ahora, nunca fue descartado en el ejercicio de preferencias que hicimos. Titulo seductor. Libro, que trata de libros, de lectores, de lecturas y de saber leer. Un tomo que se adentra, que se atreve y propone el tratamiento de las formulas, de los enigmas y de los problemas existenciales que surgen de las relaciones entre autores y lectores, continentes y contenidos, de los libros. Libro envolvente, inductivo, e influyente. Nos enviará a repasar a nuestros favoritos. Establecerá en nosotros dudas y cuestionamientos. Descubrirá el porque de nuestras debilidades por tal o cual autor o título, y nos marcará a tinta, las huellas que autores y títulos hayan dejado en nuestras mentes y espíritus. Un ensayo formidable, en el que, el propio Ricardo Piglia es el conejillo de indias. En la búsqueda de quien es "El último lector". Lo hará, a través de sus lecturas particulares, el creador, nos revela mensajes que estaban encriptados de otros lectores insignes: El Quijote; Borges, Joyce, Kafka, y el Che Guevara. "Hay una escena en la vida de Ernesto Guevara sobre la que también Cortazar ha llamado la atención: el pequeño grupo que desembarco del Granma ha sido sorprendido y Guevara herido, pensando que muere, recuerda un relato que ha leído. Escribe Guevara, en los Pasajes de la guerra revolucionaria. "Inmediatamente me puse a pensar en la mejor manera de morir en ese minuto en el que parecía todo perdido. Recordé un viejo cuento de Jack London donde el protagonista apoyado en el tronco de un árbol se dispone a acabar con dignidad su vida, al saberse condenado a muerte, por congelación, en las zonas heladas de Alaska. Es la única imagen que recuerdo." Piensa en el cuento de London, " To build a FIRE.(Hacer un fuego) del libro Farther North, los cuentos del Yukon. En ese cuento aparece el mundo de la aventura, el mundo de la exigencia extrema, los detalles mínimos que producen la tragedia, la soledad de la muerte. Y parece que Guevara hubiera recordado una de las frases finales de London. "Cuando hubo recobrado el aliento, el control, se sentó y recreó, en su mente la concepción de afrontar la muerte con dignidad" Guevara encuentra en el personaje de London el modelo de cómo se debe morir. Se trata de un momento de gran condensación. No estamos lejos de don Quijote, que busca en las ficciones que ha leído el modelo de la vida que quiere vivir. De hecho Guevara cita a Cervantes en la carta de despida a sus padres: "Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo." No se trataría aquí sólo del quijotismo en el sentido clásico, el idealista que enfrenta lo real, sino del quijotismo como un modo de ligar la lectura y la vida. La vida se completa con un sentido que se toma de lo que se ha leído en una ficción." Pág. 104. De lecturas esta llena la vida. Y de saber leer en sus páginas pocos sabemos cómo. Por ello, nos equivocamos en las lecturas del amor y perdemos a los que nos aman. O, erramos en leer mensajes de otros y somos intolerantes, duros, y ególatras. Tal el caso de aquel que ahora, después de haber jurado acabar con la corrupción o morir en el intento, fuyó, tomo las de "Villadiego" y ha estanciado en Brasil. Y es que su error primario estuvo en no saber leer. No leyó entre líneas primero. No leyó los titulares del pueblo, después. No leyó, porque no sabía, y pretendió, ser el último lector y se perdió en las páginas vergonzantes de la historia. No entendió el sujeto, que el último lector siempre es el pueblo. Otros leyentes, si captaron la literatura popular. Otros, que no siendo políticos, recibieron apoyo incondicional desde la base. Otros, que lideraron la revuelta desde los espacios no contaminados, confirman, que leer con las masas y honestamente es sano, Radio La Luna por ejemplo. Su jornada ha quedado escrita en la historia. La sangre hirviente de un "PUEBLO FORAJIDO", que es lo mismo que altivo, digno, idealista, honesto y también cansado de tanta mentira, hastiado de tanta demagogia y burla, puso a un dictócrata fuera de combate. Forajido es nuestro pueblo, rebelde con causa, e indómito. Dispuesto a cambiar las reglas de juego más temprano que tarde. Que lo tengan en cuenta quienes ahora gobiernan. Que no se olviden las lecciones. Que a los pobres no se les agoten las esperanzas. El pueblo lee bien sus propias dolencias y por ello siempre será el último lector. Dicho queda. Entre lectura y lectura pasamos la vida. Por ello, con libros a cuestas, la carga es menos pesada. Sea usted un "forajido lector". El país necesita hombres con esas características. Los pueblos que leen son aquellos que al final dirigen sus propios destinos. Nada más nutritivo para un "forajido", que los libros.

La Hora 2002 - Quito - Ecuador