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sábado, 8 de agosto de 2009

COLOMBIA ES SOBERANA DE PONER BASES EN SU TERRITORIO CUANDO LE DE LA GANA. Y CHAVEZ NO ES NADIE PARA OPONERSE. ÉL UN EXPANSIONISTA Y EX GOLPISTA.


EDITORIAL DIARIO EL MUNDO ESPAÑA
Chávez reinventa la Guerra Fría en los Andes
08.08.2009
.-

LA DECISIÓN del Gobierno colombiano de ampliar el número de sus instalaciones militares a las que, como ya sucede en las actuales, podrán tener acceso las fuerzas estadounidenses, ha elevado la tensión en Sudamérica. Álvaro Uribe, que ayer recibió a la vicepresidenta De la Vega en Bogotá, concluyó horas antes en Brasil un periplo que le ha llevado a siete países de la región para explicar y defender la firma inminente del nuevo acuerdo de cooperación militar con EEUU. En su visita, De la Vega desautorizó a Moratinos, que días atrás había criticado ese acuerdo al asegurar que abre un «proceso de militarización en América Latina». La vicepresidenta mostró ayer el respeto de España a las decisiones que tome Colombia «en el ejercicio de su soberanía», echando indirectamente un capote a EEUU.
Y es que Venezuela y sus aliados (Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia) han iniciado una ofensiva diplomática y propagandística contra Uribe y contra Obama. Hugo Chávez habla abiertamente de la amenaza de «invasión» de EEUU y Fidel Castro califica las bases militares de «puñales en el corazón de América».
Los esfuerzos de Obama para reducir la brecha con el eje chavista -la suavización de las sanciones a Cuba y la condena del golpe en Honduras son sólo dos ejemplos- parecen estrellarse en una muralla. Aunque sean pura retórica, los epítetos utilizados por Chávez, Castro, Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa contra este nuevo acuerdo militar de EEUU parecen más discursos de la Guerra Fría que respuestas ajustadas a la realidad.
Colombia tiene una alianza con Washington desde el año 2000, el Plan Colombia, que permite a EEUU mantener en este país un máximo de 800 militares y unos 600 instructores civiles para la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico. Es oportuno recordar que Colombia es el mayor productor mundial de cocaína. Uribe y sus ministros aseguran que, con el próximo acuerdo, ampliaría a siete las bases de uso estadounidense, pero mantendría el techo en el número de fuerzas. Esa ampliación permitiría compensar el cierre, en noviembre, de la base que EEUU utiliza en Manta (Ecuador).
Uribe espera otras compensaciones de Washington, como la firma de un tratado de libre comercio o como el aumento de la ayuda anual, reducida en tres años de más de 700 millones de dólares a 513 millones, si bien Colombia sigue siendo el tercer país del mundo que más ayuda recibe de EEUU, tras Israel y Pakistán.
Aunque la militarización de la región andina no beneficia a nadie, la huida hacia adelante de Colombia no se hubiera producido sin el rearme acelerado de Venezuela, que ha firmado acuerdos militares con Rusia y China por varios miles de millones dólares, si Ecuador hubiese permitido a EEUU seguir utilizando la base de Manta para vuelos de vigilancia en una zona en la que se refugian las FARC o si Chávez y Correa no prestaran su apoyo a este grupo terrorista.
Chávez, que ahora advierte de que el incremento de la presencia militar estadounidense podría desatar una guerra en la región, fue sin embargo el primero en alardear el año pasado de hacer maniobras militares conjuntas con la flota rusa en el Caribe.
Aunque Uribe ha explicado personalmente a los gobiernos sudamericanos que el acuerdo con EEUU no prevé la instalación de nuevas bases sino el uso de las que ya hay, que éstas siempre estarán bajo control de sus mandos y que se trata, en cualquier caso, de una decisión soberana, no ha logrado evitar el incendio. La división está servida. Perú apoya con entusiasmo el nuevo acuerdo entre Colombia y EEUU, y Chile y Brasil respetan la decisión de Uribe. Enfrente, Chávez y sus aliados.

TRIBUNA: HÉCTOR ABAD FACIOLINCE
Chávez que ladra no muerde
HÉCTOR ABAD FACIOLINCE 10/08/2009

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Como en la fábula del pastorcito mentiroso, el presidente de Venezuela grita una y otra vez que ya viene el lobo a comerse sus ovejas. El lobo, para él, es el Imperio Norteamericano, pero éste no vendrá a comérselas con sus propias fauces, sino que usará una especie de mano larga: Colombia. Sería mi país, definido por Chávez como "el Israel de América del Sur", el encargado de atacar a la Revolución Bolivariana, ayudado por los gringos pero con un Ejército comandado por Álvaro Uribe Vélez, el viejo amigo de Bush.
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Muy pocos creen que Uribe y Obama quieran invadir Venezuela y Ecuador
El presidente venezolano tiene la verborragia de un pastor evangélico
La misma cantilena chavista se repite cada tanto, con una cadencia cíclica, así con Obama se haya vuelto mucho menos verosímil. Desde que es presidente ya van cinco veces en que Chávez "congela" las relaciones con Colombia y cada vez el embajador venezolano tiene que hacer las maletas para regresar a su país, acompañado por una estela de funcionarios. El caso es que lo congelado se descongela rápido en estos trópicos y al cabo de unos meses regresan todos, como si tal cosa, a tratar de reanudar el hilo de las relaciones entre dos países llamados "hermanos", que comparten más de 2.000 kilómetros de frontera terrestre y cuyo comercio común llega a los 7.780 millones de dólares anuales.
Como en cualquier fábula, esta historia de la amenaza al Movimiento Bolivariano, para ser creíble, tiene que tener visos de verdad. Colombia ha hecho al menos dos operativos militares al estilo Israel, uno en Venezuela y otro en Ecuador. En Venezuela fue incruento: con agentes de civil y con ayuda pagada de funcionarios venezolanos, lograron llevar a la fuerza, desde Caracas hasta la frontera colombiana, al guerrillero Rodrigo Granda, que allí fue capturado por las autoridades locales y llevado a la cárcel por actos terroristas y secuestro, acusaciones que nadie, ni Venezuela, podía negar. Años después Granda fue de nuevo liberado, a petición del presidente Nicolas Sarkozy, para negociar la entrega de Ingrid Betancourt (cosa que no se dio, pues antes fue liberada en la brillante Operación Jaque), y se dice que ahora vive de nuevo oculto en Venezuela.
Lo de Ecuador fue más grave: Uribe ordenó bombardear con aviones y con asesoría estadounidense, el campamento del segundo de las FARC, Raúl Reyes, con un saldo de 23 muertos, entre guerrilleros y "visitantes bolivarianos" de México y Ecuador. Además, militares colombianos llegaron hasta allí y se llevaron algunos cadáveres para exhibirlos como trofeo en Bogotá. El presidente Rafael Correa, a raíz de esta violación de su territorio, rompió relaciones diplomáticas con Colombia y siempre ha sostenido que su Gobierno ignoraba la presencia de campamentos de las FARC en tierras de Ecuador. Esto es posible, pero poco verosímil, y lo más probable es que hubiera órdenes para que el Ejército ecuatoriano se hiciera el de la vista gorda ante esta tolerada "violación de su territorio" por parte de las FARC. Téngase en cuenta que las fronteras aquí son lejanas, selváticas y porosas, por lo que nada es muy definido y todo puede ser o parecer verdad, como en las fábulas bien construidas.
A pesar de estos dos episodios, muy pocos creemos que en los planes de Uribe y de Obama esté el deseo de organizar desde aquí una invasión armada a Venezuela y Ecuador. La fábula delpastorcito mentiroso es poco creíble en un territorio sin lobos o con un lobo preocupado en defenderse de otros predadores. En Colombia ya tenemos suficientes problemas de seguridad combatiendo a las FARC (apoyadas indirectamente por Chávez) como para abrir un frente internacional.
Pero aunque no se cumpla la fábula del pastorcito mentiroso, la hostilidad verbal de Chávez no deja de ser preocupante. Podría usarse otro refrán: tanto va el cántaro al agua, hasta que al fin se rompe. Quizá por primera vez, y como una curiosa celebración del Bicentenario de la Independencia, dos países liberados por Simón Bolívar (o tres, si contamos a Ecuador) podrían estar acercándose a un escenario bélico. Acudir al muy emotivo y popular expediente del nacionalismo ha sido siempre un buen recurso para los gobernantes. Chávez lo usa con tal asiduidad contra Colombia que uno quisiera un rey que de vez en cuando volviera a preguntarle por qué no se calla. Pero esto es imposible; el coronel Chávez tiene la verborragia de un pastor evangélico.
Uribe, en cambio, usa los modos más sinuosos y sutiles de un padre jesuita. Aunque en política interna puede ser tan locuaz y belicoso como el mismo Chávez, cuando se trata de política exterior ha tenido la sensatez de no usar los micrófonos. En un continente tan impregnado de cultura religiosa como el nuestro, el estilo del evangélico choca fuertemente con el estilo del jesuita. A mí, francamente, no me gusta ninguno de los dos, y de ese choque de talantes tan disímiles podría saltar la chispa que prenda una escaramuza de guerra en las fronteras.
El presidente Uribe es el único mandatario americano y no bolivariano que ha tenido también, desde la derecha, veleidades de reelección vitalicia. Ya hizo enmendar una vez la Constitución colombiana, para reelegirse, y en el último año ha hecho todo lo posible porque la cambien de nuevo para permitirle una nueva elección. Ha dicho también, en otras ocasiones, que está dispuesto a dejar el poder siempre y cuando no haya "una hecatombe".
¿Qué mejor hecatombe que una guerra, en la que Chávez abriría un frente interno con el seguro apoyo de la guerrilla "bolivariana" de las FARC? Chávez es un militar que nunca ha combatido y tiene fama de combinar, según sus biógrafos, una gran valentía verbal con una honda cobardía existencial. Él debe saber que el Ejército colombiano lleva decenios combatiendo, mientras el Ejército venezolano nunca ha dejado de ser un gran consumidor de whisky. Chávez, con sus aviones norteamericanos envejecidos y sin repuestos, ha acudido a Rusia y a España para surtirse de armamento moderno. Pero Venezuela luce bastante vulnerable. Bastaría un ataque a sus pozos y puertos de exportación petrolera para secar en poco tiempo su casi única fuente de divisas.
Según el célebre adagio de Erasmo, "Dulce bellum inexpertis", la guerra es dulce para los que no la han probado. Y si bien en Colombia hemos probado una guerra larguísima de baja intensidad, con la guerrilla, desde una breve escaramuza fronteriza que hubo con Perú, en 1932, y fuera de un batallón enviado a Corea por solicitud de Estados Unidos, no hemos tenido la muy amarga experiencia de la guerra. Esperemos entonces que la reiterada intemperancia verbal de Chávez no nos lleve a las vías de hecho. Sería un banquete para los vendedores de armas, y para todos nosotros una catástrofe de dimensiones impredecibles.