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domingo, 10 de agosto de 2008

Estupendos" CUENTOS BREVES PARA LEER EN EL BUS". LA LECTURA ES UN ACTO DE AUTOCOMPLACENCIA" UNA TENTACION, QUE NO CABE RETARDAR.

Cuentos breves para leer en el bus COMENTARIO-ENSAYO

DR. OSWALDO PAZ Y MIÑO J

PUBLICADO EN REVISTA CULTURAL ARTES

DIARIO LA HORA-QUITO- 09 DE AGOSTO 2008

Iván Egüez en su obra ‘La lectura, esa íntima batalla’, uno de los tomos que integran la magnífica Colección Luna de papel que publica la Campaña de Lectura Eugenio Espejo, dice: "Leer un buen cuento es como absorber la médula de un hueso, no sólo por lo sustancioso sino por lo irrefrenable”. Y tiene el autor ecuatoriano todas las razones.

Hoy quiero presentaros un libro, suculento, para no perder el hilo gastronómico, sibarita, con el que iniciamos este ensayo, una pequeña gran obra que contiene esencias, extraídas con tiento, talante y talento a unos cuantos escritores universales, a varios de los clásicos que arman el corpus de las mejores plumas que ha tenido la humanidad.Y si creéis que me desbordo, pues ahora mismo cito algunos de los nombres de los escritores que Editorial Norma ha seleccionado para incluir sus maravillosas letras en la antología que ha titulado ‘Cuentos breves para leer en el bus’: Oscar Wilde, Saki, Guy de Maupassant, Franz Kafka, Anton Chejov, Jack London, Edgar Allan Poe, Ryunosuke Akutagawa, Kate Chopin, Giacomo Leopardoi.

Literatura para trayectos cortos, pero enorme. Compañía apropiada para esos viajes, en los que la soledad está presente aunque sea sonora. Nos embarcamos diariamente de la mano de la incertidumbre. La incógnita sólo se resuelve en los regresos. Está escrito que de algún viaje no volveremos y que algún libro no concluiremos. Cada partida es una despedida. Cada retorno un encuentro, un volver a comenzar. Y el ciclo durará para unos más y con otros será mezquino.Los clásicos, decantados. Dosis de su genialidad recogida en ciento ochenta y seis páginas que incluyen apuntes biográficos. Arte para el goce espiritual, para los que buscamos en las palabras nuestro propio lenguaje interior.

Son ellas "la auténtica carne humana", ha dicho Valere Novarina, pintor y autor dramático francés.Mientras consumo el libro -en el recorrido que me lleva desde mi taller de trabajo hacia una de las universidades, en las que ejerzo el oficio de ‘Maestro’- encuentro certera la afirmación de Joseph Jouberth: "Hay muchas ideas y palabras que no sirven de nada para hablar con los otros, pero que son excelentes para hablar con uno mismo". Y es que leyendo siento que me distancio de las distancias que existen entre los que embarcados vamos en el mismo trasto, pero no por el mismo camino.

Cuentos que se pueden leer en pocos minutos. Suspiros en los que la lectura abre el abanico de sus dones, a partir de la palabra, para purificar, recrear, refrescar, elevar y fortalecer la mente y el espíritu de todo ser que en ella se refugia.

Es la lectura una forma de autocomplacencia, una tentación que recomiendo consumar.

" –Ponga su firma aquí-le indicó con su garra- ¡Ah!, no, disculpe, aquí no; este espacio es para los que eligen el infierno. Para la muerte eterna, en cambio, se firma aquí.-Y señaló otra línea punteada. El funcionario, ya con la pluma en la mano, la dejó repentinamente sobre el escritorio. Entre suspiros y reproches dijo: -Claro, para usted es muy fácil, un simple trámite pero para mí…Por favor oriénteme. ¿Con qué se atormenta en el infierno? ¿Con fuego? -Pues sí, aunque no solo con fuego- le respondió el diablo con toda seriedad- Y también tenemos días francos. -¡Qué maravilla!- dijo el anciano, con expresión de felicidad. (Pág. 26 Extracto de ‘La nada’, de Leonid Andreiev)
BIOGRAFÍA .-Leonid Andreiev Uno de los escritores que aparece en ‘Cuentos breves para leer en el bus’, nació en Oriol, Rusia. Estudió Derecho en las universidades de Moscú y San Petersburgo. Al comprobar que el Derecho era poco lucrativo se hizo reportero de un periódico de Moscú. Hacia 1900, cuando sus primeros relatos fueron reseñados entusiásticamente por el escritor Máximo Gorki, se inició realmente su carrera literaria. Desde entonces hasta su muerte fue uno de los escritores rusos más prolíficos y publicó muchos relatos, retratos y dramas, en los que evoca un estado de ánimo desesperado y un profundo pesimismo. Obras narrativas suyas traducidas al castellano incluyen La risa roja (1905), Los siete ahorcados (1905), Las tinieblas y otros cuentos (1916) y Diario de Satanás (1921). Entre sus obras de teatro destacan El pensamiento (1902), La vida del hombre (1906), Anfisa (1910) y Océano (1911).