Por: Simón Espinosa Jalil
31 de Julio de 2008
En sus secciones más inofensivas, la nueva Constitución se asemeja a un brochure turístico escrito para hippies escandinavos, al ofrecer un país pluricultural, multilingüe, anti-moderno y post-cristiano, con derechos para la naturaleza, buen vivir y respeto a las culturas y familias de toda orientación. Quienes la defienden, la califican con orgullo de “innovadora”, como si no se tratara de una Constitución sino de la última obra de arte contemporáneo premiada en el Salón de Julio.Pobres los gringos ingenuos que se crean el brochure cuando descubran la amarga realidad de la utópica Pachamama: que el otro idioma que todos quieren aprender es el inglés; que hasta los habitantes de la selva andan con celular; que Mónica Chuji pasa sus vacaciones en Londres; que quienes ya no son católicos son evangélicos o mormones y, por tanto, más papistas que el Papa en abortos, familias y gays; que el buen vivir ancestral se traduce con frecuencia en las torturas, linchamientos, hogueras y otras “opciones culturales” de la justicia indígena; que ni siquiera las personas pueden ejercer sus derechos, peor la naturaleza.
..El contraste entre el lírico texto y la prosaica realidad hace que la Constitución caiga en el ridículo. Se argumentará que nuestras constituciones nunca han reflejado la realidad, sino que han sido instrumentos para cambiarla, lo cual probablemente sea cierto. En todo caso, si la nueva Constitución fuera simplemente ridícula, no habría mayor problema en aprobarla.Lo interesante está en que, en sus aspectos más prácticos, la Constitución es notablemente realista, al reconocer que una verdadera democracia civilizada es imposible en un país tan desigual, corrupto y autoritario como el Ecuador. Es evidente que, eliminado el dueño del país, el Ecuador no quiere democracia sino que clama por un nuevo Hombre Fuerte, y esta Constitución nos lo ofrece en bandeja. Culturalmente liberal y políticamente autoritaria; idealista y realista a la vez: se trata, en verdad, de una Constitución a la vez innovadora, ridícula y peligrosa. Pero, para ser justos, no ofrece para el futuro nada peor que lo que ya hemos vivido. simones@lahora.com.ec
TOMADO DEL DIARIO LA HORA 31 DE JULIO 2008